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miércoles, 17 de abril de 2013

AREQUIPA - ASCENSIONES CHACHANI (6075m.) y COROPUNA (6425 m.)

AREQUIPA - TIERRA DE VOLCANES
Elegir el lado incorrecto del avión y no poder ver la cumbre del Chachani (6057 m.) al momento del aterrizaje antes del arribo a la ciudad de Arequipa (2335 m.), suponía para mí un mal presagio, traté de no pensar en aquello mientras un exigente taxista me perseguía a fin de contratar sus servicios al centro de la ciudad.
Hace unos años intentamos junto con la mujer que ahora comparte mi vida, el ascenso del Chachani en la reserva nacional Aguada Blanca y salinas. El intenso frío le hizo desistir y tuvimos que regresar a Arequipa en un viejo Volkswagen que habíamos alquilado en la ciudad y supuso nuestro mejor transporte para entrar y salir de allí. Habíamos pensado incluso en ir al Coropuna, de 6354 m., pero dada las circunstancias, las ascensiones se tuvieron que suspender.
Contacté con un club de montaña nuevo de mi ciudad quienes tenían planeado un viaje masivo precisamente a estos dos hermosos volcanes. Sin desaprovechar la oportunidad, alisté mis cosas y casi a finales de noviembre, ya terminada la temporada de montaña, arribé a “la ciudad blanca”, llamada así por su antaño y sobrecogedor paisaje nevado en los volcanes Misit y Chachani, ubicados al frente de la ciudad.

Llegar un día antes al punto de encuentro suponía y redundo: suponía un buen descanso y comida, pero el “bicho”; llámese ganas, de salir por la noche venció finalmente y no tuve más remedio que caer rendido al ímpetu de conocer la ciudad previa al ascenso. Encontré a un gran amigo guía que apenas atinaba a reírse de mi desgraciado estado unas horas antes de salir para la montaña; … Nunca más … era lo único que podía balbucear mientras intentaba comer algo.
8 de la noche, punto de encuentro para salir hacia nuestro primer objetivo, el Chachani. En vano intentaba dormitar sobre una carretera en pésimo estado, no tanto como el mío claro, pero tenía el ánimo a tope y pensaba llegar a como dé lugar. Fue lo que finalmente sucedió, luego de unas penosas, para mí, 6 horas, alcancé la cumbre de este volcán con un tiempo perfecto y en compañía de un grupo de chicos que venían tras de mí imaginándome un montañero con un físico excepcional. Quería llegar arriba rápido y volver a dormir a la ciudad. Aquella tarde es un vago recuerdo de un autómata sonámbulo que buscó una cama para dormir plácidamente y pensar en el objetivo central, el Coropuna, la tercera montaña más alta de los andes peruanos. La ruta al Chachani es un camino zigzagueante y empinado sin ninguna dificultad más que el frío y la altitud. La vista de la cumbre es realmente espléndida en un buen día. A lo lejos divisé el Coropuna y una extraña sensación me invadió, como si pronto estaría en su cumbre principal.
Esta vez triunfó la razón y nada hizo que me aleje de mi preciada cama a fin de descansar lo suficiente para este nuevo proyecto. Partimos de Arequipa por la tarde y luego de descender hasta el nivel del mar, el viejo autobús, nos depositó a 4700 m. a unos 20 minutos del lago Pallarcocha, lugar de campo base para este ascenso. Nuestro grupo de casi 30 personas del Chachani quedó diezmado esta vez a 9.
El Coropuna, hollado el mismo año del descubrimiento de Machu Picchu (1911) y por la misma persona Hiram Bingham, es la tercera montaña más alta en los andes peruanos y aunque no presenta dificultades técnicas, su gran elevación y lo alejado de todo tipo de civilización, hacen de este ascenso una real sensación de aventura aún en estos años de tanta tecnología.
5 horas de duro porteo nos tomó llegar a las 5500 m. del campamento 1 donde disfrutamos un atardecer mágico. 1 de la mañana fue la hora programada para levantarnos y tomar algo ligero para empezar la subida a nuestra meta final. Durante el exigente ascenso uno a uno nuestros incansables y entusiastas compañeros fueron mermando sus fuerzas hasta quedar solo 4, quienes alcanzamos el inicio glaciar al amanecer. Atravesamos curiosas formaciones de hielo tipo canales más altas que una persona, un lugar mágico e irreal …
Apenas con tiempo para tomar fotografías ingresamos a una zona de hielo tipo escaleras algo empinada que atravesamos sin crampones hasta alcanzar una zona de rocas que nos condujo al glaciar superior, una gigantesca pendiente de hielo que parecía no tener fin, al mismo tiempo, sobre nuestras sudorosas cabezas, se formaba un arco iris impresionante que rodeaba el sol. Qué más le puedo pedir a la vida pensaba jadeante imaginando el final de tan tediosa pendiente.
Alcanzamos la cumbre secundaria, ya a mas de 6300 m. cerca de las 8 de la mañana y luego del descanso respectivo, alcanzamos al unísono la cima principal de la montaña a las 9 de la mañana con un clima perfecto para ser finales de noviembre. Esa misma tarde estábamos de regreso a la carretera esperando el bus que nos condujo de nuevo a la ciudad de Arequipa, donde llegamos a la mañana siguiente.
Esta vez no me importó ver la cumbre de los volcanes ascendidos desde la ventanilla del avión regresando a casa, solo quería ver a mis hijos y a mi esposa y contarles como estuvieron conmigo allá arriba.

Sergio Ramírez Carrascal
www.nuestramontana.com

martes, 26 de marzo de 2013

Mountain bike Huayllay - Cerro de Pasco - Canta


Ruta en mountain bike Cerro de Pasco – Bosque de piedras de Huayllay – Canta
Foto: Sergio Ramírez
Llegando a Canta luego de 3 días

Alcanzar los 4200 m. de una de las ciudades más altas del mundo es relativamente cómodo desde Lima. Unas 7 horas sobre un cómodo bus nos colocan en la llamada “ciudad minera” del Perú. Tras el arribo, a las 6 de la mañana, inicié el ritual de calentamiento muscular para los primeros 50 km. en bicicleta Hasta el bosque de piedras de Huayllay. Un pequeño niño observaba extrañado mis peculiares movimientos.
Luego de un ligero desayuno cerca del terminal de buses en Cerro de Pasco, inicié el recorrido por una espectacular pista asfaltada, la última vez que visité este lugar, el acceso final al bosque de piedras de Huayllay, era una carretera carrozable. Me alegré saber que los accesos viales en Perú andan mejorando, claro que poco a poco quienes gustamos de los viajes en bicicleta sobre trochas carrozables, deberemos buscar zonas cada vez mas inhóspitas para realizar este tipo de travesías.
Foto:Sergio Ramírez
Rumbo a Huayllay

Alcancé el bosque de piedras de Huayllay, considerada una de las maravillas naturales de Perú, cerca de las 11 de la mañana.  Por supuesto que le hice una obligada visita y recordé con nostalgia que estuve aquí muchos años atrás, escalando un poco de roca y haciendo un trekking por la zona. Aquella vez me enteré de la existencia de esta carretera que une 2 zonas de la sierra central de Perú.
Unos 6 kilómetros adelante, siempre en ascenso, llegué al poblado de Huayllay, a unos 4350 m. El lugar es netamente minero, con gente vestida como tal y camionetas 4x4 circulando por todo el lugar, además de gigantescos camiones y mucho comercio por los alrededores. Ubiqué un hostal digno y preparé mi descanso y equipo para el día siguiente.
Bosque de piedras de Huayllay

Aquí se acaba el asfalto y empezó mi ilusión, ya que atravesaría la cordillera de la viuda en la sierra central de Lima y descendería al poblado de Canta (2400 m.) un lugar ya muy cerca de Lima.Me causó mucha alegría ya que pude ver los mapas y trazados en el google earth y algunas pocas reseñas encontradas en internet. No pude encontrar ningún relato de alguien que hizo esta ruta en mountain bike, pero estoy seguro que si se ha hecho antes.
Casi 2 horas me tomó la primera subida, alcancé los 4700 m. Esta vez, me preocupé en demasía con mi equipo a cuestas. Llevé toda la ropa en bolsas plásticas, las alforjas tenían además sus cubres para lluvias y contaba con un equipo de vivac por si algún inconveniente. Iba solo, por ello las precauciones.Alcanzar el primer paso de altura con un tiempo excepcionalmente limpio resultó de lo mas gratificante, ya que recordaba que un año antes, sobre otra zona de la cordillera central, un frente de lluvias me tuvo en jaque durante casi 8 horas de lluvias que tuve que soportar en absoluta soledad sobre una carretera convertida en barro imposible de surcar montado en la bici.
Carretera

Esta vez el tiempo y el sol se apiadaron de mí y como forma de reivindicarse, me dieron un espectáculo majestuoso, al menos hasta el medio día, en que las nubes empezaron a cubrir el entorno. Para mí fue suficiente, no le podía pedir nada más a la vida. Mi felicidad era completa, más aún, sabiendo que en Canta me esperaban mi hijo y mi mujer.
Lo peculiar de este camino, resulta las subidas y bajadas que permiten ir a un ritmo seguro, sin ir demasiado cansado y sobre todo avanzar lo suficiente. Eso sí, siempre se mantiene sobre los 4500 – 4700 m.La zona de las lagunas y montañas si que fue lo mejor del viaje, además el viento y frío reinante ya me ponía en perspectiva con lo que realmente me gusta hacer, claro que sabía que al final de día estaría 2500 m. abajo.Tras alcanzar la subida final hacia el lago Chunchún, inicié un espectacular bajada de 45 kilómetros hasta Canta, tras pasar por un hermoso valle con criaderos de truchas, algunos poblados y mucha ganadería.Esta ha sido la primera vez que he utilizado el GPS en todo su potencial, siempre lo había usado parcialmente, pude bajar la ruta desde un web site de alguien que la marcó haciendo el viaje en carro y me resultó increíble saber exactamente la distancia-tiempo que me faltaba durante cada ascenso o descenso y por supuesto la posición en los mapas topográficos que tenía. No sé si me gustó del todo, pero si me quitó un poco de sentimiento de “aventura” y sorpresa, eso sí, en los momentos más duros sabes cuanto más debes soportar y esas cosas, en fin, no me quejo en absoluto de la tecnología, al contrario, se agradece esta ayuda extra, pero al final, somos las personas quienes hacemos estos trazados, “sufrimos” y por supuesto disfrutamos de ellos.

Datos técnicos:Transporte Lima – Cerro de Pasco:
Empresa Junín ( 40 soles ) No me cobraron por la bicicleta
Distancia Cerro de Pasco – Bosque de piedras de Huayllay : 44 km Asfaltado
Realizado en el 2010 – 
Derecho de entrada 1 sol
Distancia bosque de piedras de Huayllay – poblado de Huayllay: 6 km.
Hospedaje en Huayllay : 15 soles ( Hay muchos , así como lugares para comer y abastecerse para el día siguiente )
Distancia Huayllay – Canta 110 km: Subidas y bajadas, al final una bajada de 40 km.
Hay algunas camionetas 4x4 y camiones. 
Sobre la zona del lago Chuchún es poco probable ver gente o carros.
Llevar equipo completo para la bicicleta, primeros auxilios y ropa de abrigo, la zona es fría, incluso cuando hay sol.

Sergio Ramírez Carrascal










AUSANGATE - MONTAÑA SAGRADA


Foto: Ñosy Dueñas
Pared en el Ausangate
Durante la época del imperio de los Incas, el Ausangate (6410 m.) significó una de las divinidades más importantes para la gente de aquella época. Sus escarpados espolones y extremas paredes de hielo y roca, hicieron de esta montaña un verdadero “Dios inalcanzable”.  Calificación que perdura aún en estos días; La gente que habita en sus alrededores lo considera sagrado y quienes pueden acercarse durante un trekking o ver el mundo desde sus cumbres, descubren el enigmático encanto de este seis mil enclavado al sur de la ciudad del Cusco, sobre la cordillera de Vilcanota. Una opción para quienes desean alejarse de las grandes masas de turistas en Cusco y ascender una divinidad Inca de moderada dificultad.La tradición se mantiene aún, cada año (Entre mayo y Junio) se celebra la fiesta del Qoyllur Riti (estrella de las nieves), el cual resulta una amalgama entre la religión católica y la ancestral andina. Miles de peregrinos se acercan hasta las faldas del nevado Qolkke Punku de donde la tradición indica llevar a casa grandes bloques de hielo a cuestas, no si antes pasar por una roca donde se dibuja la figura de un Jesús católico a 4900 m.  Todo ello bajo la tutela del “Apu” (montaña) Ausangate.

Aproximación
Foto: Sergio Ramírez
Listos para iniciar la expedición al Ausangate
El primer registro de cumbre data de 1953, cuando una expedición Austro - Germana, integrada por Fritz Morz, Heinz Steinmetz, Jurgen Wellenkamp y Heinrich Harrer (Este último uno de los primeros en la norte del Eiger), alcanzan la cima por la zona sur. Posteriormente se abren diversas rutas de dificultad en casi todos sus flancos. Muy pocas vías han sido repetidas, quedando muchas líneas por escalar en sus espectaculares caras norte y sur, que se observan desde el trekking de aproximación y salida.Actualmente el acceso al poblado de Tinqui (3790 m.) es muy cómodo. La espectacular carretera interoceánica que une Perú con Brasil, hace que en unas 3 horas desde el Cusco, nos encontremos en este poblado donde encontraremos todo tipo de soporte para el ascenso al Ausangate o la vuelta a esta montaña.Existen 2 opciones para iniciar la aproximación. Empezar a caminar desde Tinqui hasta Pacchanta (4260 m.) en unas 3 horas, o avanzar sobre una carretera carrozable hasta Pacchanta y empezar el trekking desde allí. Todo dependerá lógicamente de cuan aclimatados nos encontremos.

Foto: Octavio Salazar
Alcanzando la cumbre del Campa - 5475 m.
Aclimatación en el Campa
Luego de cruzar los preciosos lagos Comercocha y Caycocha, alcanzamos la cota 4950 para ubicarnos a muy pocos metros del paso Campa, bajo la tutela del nevado del mismo nombre y un espectacular circo de montañas que conforman la cadena de los Puka punta. En esta zona del hemisferio el amanecer inicia entre 4 y 4:30 am. Y el frío es mayor en comparación a la cordillera Blanca o Huayhuash, muy al norte de aquí.Luego de una hora alcanzaremos el paso de altura Campa, para dirigirnos hacia el inicio glaciar de la montaña. La dificultad de la ruta es moderada, una preciosa caminata glaciar hasta alcanzar su arista norte y un pequeño paso inclinado nos colocará a 5485 m. en la cima principal. 
Desde allí, una vista espectacular de la cordillera Vilcanota y su montaña más elevada, el Ausangate, nuestro siguiente objetivo.Jamás olvidaré la llamada a casa desde la cumbre … el mejor lugar del mundo para que a uno le comuniquen que será de nuevo padre … Gracias Dina.Realizamos el descenso por rocas resbalosas y empinadas para alcanzar el sendero del trekking y cruzar hacia la zona sur de la montaña y dirigirnos en una sola jornada, hasta el capo base del Ausangate (4820). Resulta paradójica la sensación del cambio drástico del clima entre la zona norte y sur en esta zona de los andes. Aquella tarde fuimos “enterrados” por una copiosa nevada.

Desde la cumbre sagrada
Foto: Ñosy Dueñas
Cumbre del Ausangate
Al día siguiente, muy temprano, iniciamos el ascenso al campo alto (5450 m.). Ya habíamos visto parte de la ruta un día antes (arista noreste) y mientras duró la caminata al campo alto, la imponente cara sur del Ausangate tutelaba nuestro andar. Nuevamente la nevada empezó a cubrirnos mientras preparábamos la cena, esperando que el tiempo nos ofrezca algo de tregua para iniciar el ascenso a las 1 de la mañana.Con toda la ropa impermeable a cuestas, iniciamos el ascenso e ingresamos encordados al agrietado glaciar, buscando el camino hacia la gran pared de acceso al plateau de la montaña. Hasta ese momento habíamos oído varias versiones de la ruta.  Cada una difería de la otra.El tiempo se portó realmente bueno desde ese momento. Alcanzamos la rimaya y el espectacular amanecer nos ofreció unos de las mañanas más hermosas que haya presenciado en las montañas. Iniciamos el primer largo en un hielo perfecto, uno de nuestros compañeros hizo los largos en libre mientras nos aseguraba con la cuerda en cada reunión. 120 m. 65 - 75 ° y casi 2  horas escalando nos puso sobre el gigantesco plateau .
Los primeros pasos en el glaciar superior fueron perfectos, nieve floja pero estable. Pensamos que mas no se podía pedir, de repente el sofocante calor de la mañana nos obligó a quitarnos las prendas de abrigo mientras nuestra cordada de 3 personas avanzaba cual peregrinos en la fiesta del Qoyllur Riti en busca de su estrella de las nieves. Claro que estábamos casi 2 mil metros más arriba de donde se realiza la fiesta.La zona superior del Ausangate presenta poca inclinación y es posible observar el acceso a la cumbre sobre una pared final. Hasta allí nos dirigíamos cuando empezamos a notar la presencia de nubes provenientes del este que ya anunciaban el mal tiempo.
Casi al medio día, Octavio luchaba con la rimaya final sobre un puente de hielo muy precario, mientras Ñosy aseguraba sobre una buena plataforma. Desde allí, unos 60 metros conducen a una arista afilada y muy aérea. A pocos metros de la cumbre hubo que “cabalgar” la arista escuchando atónitos los terribles truenos sobre nuestras asustadas cabezas y sintiendo un chirrido eléctrico bajo el casco.
El GPS que había dado correcta todas las lecturas anteriores, marcó 6410 m. en la cumbre. Se atribuye varias alturas a esta montaña, casi todas las mismas. Siendo finales de octubre del 2011, registramos esta altura e inmediatamente se inicia el descenso sobre la misma ruta, una rapel para bajar al plateau y desde allí caminar hasta la pared y rapelearla hasta el glaciar.

Vuelta completa
Foto: Octavio Salazar
Festejando las cumbres
El regreso al campo base es también por la misma ruta de ascenso y disfrutando de la vista hacia el gigantesco glaciar del nevado santa Catalina. Decidimos seguir la ruta del trekking por el lado opuesto de donde veníamos  y subir al paso Palomani  (5116 m.) para descender al lago Ausangate “cocha” (laguna en Quechua), 4680 m.Tras disfrutar la vista alcanzamos el paso Apacheta (4900 m.) y bajamos hasta el lago emblemático del circuito, Puka cocha (4800 m.) donde la pesca de truchas y vista perfecta al Ausangate hace un lugar de descanso obligado para quienes buscan el buen trekking.Alcanzamos nuevamente la zona norte de la montaña por el paso Arapa (4790 m.) y descendimos al pequeño poblado de Upis (4458 m.) donde disfrutamos un espectacular día de sol dentro de las calientes piscinas que los pobladores han acondicionado para los visitantes. 
Al día siguiente alcanzamos nuevamente el poblado de Tinqui. 2 cumbres y el circuito completo de trekking en 6 días de intensa actividad bajo y encima de la que desde ahora será nuestra montaña sagrada.

Las vistas finales del Ausangate la tuvieron nuestros compañeros de viaje en el bus público que regresaba a Cusco. 
Nosotros dormíamos plácidamente soñando nuestro siguiente objetivo … Machu Picchu …

Octavio Salazar, Ñosy Dueñas (*), Sergio Ramírez Carrascal (Texto)

Sergio Ramírez Carrascal
(*) Ñosy Dueñas fallecería 8 meses después de esta escalada mientras guiaba sueños.











miércoles, 5 de marzo de 2008

Montaña y viajes al Perú


DE LOBOS MARINOS, CONDORES, ORCAS Y BALLENAS*

Imaginar un lugar secreto, accesible sólo para quienes se dedican a la difícil labor de recolectar mariscos, donde existen kilómetros de costa virgen poblada por miles de lobos marinos, bajo la tutela hambrienta de cóndores andinos apostados entre los verticales acantilados costeros y ser testigos de una parte de la cadena alimenticia animal, sigue siendo un espectáculo difícil de ver. Si a esto le sumamos la presencia de Orcas y Ballenas en las zonas alejadas de su litoral, todo se amalgama en un lugar mágico, de ensueño; mejor aún, apenas a 4 horas de Lima.

Hace unos años, cuando pasaba el verano en el poblado de Huarmey, algunos “mariscadores”, me referían de un lugar, a una hora del pueblo, donde había que descender un acantilado y alcanzar una playa con abundancia de mariscos y lobos de mar en estado absolutamente salvaje.

… solo es para “machos” me comentaba un robusto pescador mientras terminaba su última cerveza…

Como todos los proyectos interesantes, la idea se fue ordenando, incluso hicimos un reconocimiento de la zona y aquel acantilado referido, resultó ser un barranco de casi trescientos metros hasta la playa con zonas muy verticales y tierra suelta de mucho cuidado. Calculamos el material y tiempo necesario para finalmente realizar todos los preparativos y descubrir aquel mundo perdido.

Teniendo como base nuestra experiencia de montañistas, tres amigos y quien escribe, abordamos nuestro potente transporte motorizado que luego de una hora por duras arenas sueltas y pendientes, logró alcanzar el sitio correcto para iniciar la caminata. Precisaré que en varios tramos tuvimos que bajar a empujar la “máquina”, que no era más que un colorido moto taxi de nombre “Piero”, el cual se portó a la altura de las circunstancias.

Esta vez, el objetivo no se trataba de alcanzar una cumbre nevada en la cordillera de los andes o superar la cota seis mil metros. Resultó que descenderíamos al nivel del mar, utilizando todo el material de alpinismo que llevamos y pensando que nuestra recompensa estaba muy abajo, donde reventaban furiosas olas.

Tras abandonar nuestro transporte e iniciar una caminata de casi media hora, alcanzamos una capilla en homenaje a un mariscador fallecido por aquellos parajes tan remotos, soleados y secos. Atinamos en salir al amanecer de Huarmey, por lo que no tuvimos problemas con el fuerte sol a primeras horas de la mañana, pero más tarde, el intenso calor nos consumió de manera increíble.
Nos acercamos a los acantilados y nuevamente observamos la buena cantidad de metros que nos esperaban hasta abajo; precisamente en un momento en que oímos los potentes rugidos de los lobos marinos al notar nuestra presencia, quedamos atónitos al observar en una pendiente del acantilado, un enorme cóndor andino, que apostado en una roca, escogía su mejor presa trescientos metros más abajo. Nuestro curioso compañero, había descendido unos 400 kilómetros ó más desde la sierra y perdido un desnivel de seis mil metros en descenso.

Lógicamente tendría que hacerlo de regreso. Las corrientes aéreas favorecen los vuelos de estos gigantes del aire ya que solamente se dejan llevar por las corrientes y vientos.

Llegamos a la conclusión que la presencia del ave se debía a que precisamente durante los meses de verano costero, se produce el nacimiento de miles de crías y esto es aprovechado por los cóndores y gallinazos que se alimentan de las placentas o pequeños lobos abandonados o enfermos.

Iniciamos el descenso ubicando un antiguo clavo de acero bastante desgastado por los años, incluso los mariscadores más antiguos ignoraban quién había colocado aquellos seguros. Colocamos el seguro principal y uno a uno descendimos en rápel (técnica de descenso con cuerdas y equipo metálico ligero) hasta alcanzar una plataforma donde empezamos a “tender” la cuerda por el inmenso acantilado. Pudimos ubicar antiguas huellas y seguir el empinado descenso empalmando cuerdas de cincuenta metros cada.

Con sumo cuidado, abrazados ya por el calor, seguimos el resbaloso descenso hasta encontrar pedazos de red utilizados por los antiguos mariscadores como cuerdas fijas de unos dos metros y alcanzar el inicio de una travesía sobre tierra suelta y sumamente expuesta a una caída considerable. Alcanzamos una roca con tres seguros nada confiables donde colocamos casi todo nuestro material a fin de asegurar el descenso y sobre todo el regreso, que en realidad, era lo que nos preocupaba más.

Uno a uno culminábamos el último rápel, teniendo de fondo la espectacularidad del inmenso océano pacífico, una costa llena de lobos marinos y las olas que reventaban sobre nuestras espaldas, una verdadera pintura de paisaje pensaba, mientras terminaba de recoger los últimos metros de cuerda colocada en todo el vertical acantilado.

Habíamos alcanzado finalmente nuestro objetivo, ahora nos quedaba sacar nuestras cámaras de fotos, caminar por la playa rocosa y disfrutar el paisaje. Nada más hermoso que tener a pocos metros centenares de lobos de mar bañándose en los agitados mares, más de una vez quisimos acompañarlos por el inmenso calor a esa hora de la tarde. Nuestra reserva de agua se iba agotando, así que iniciamos rápidamente un recorrido por el sector.

A pocos metros, encontramos un grupo de lobos marinos que al vernos se fueron arrojando al mar desde una saliente rocosa. Imitaban aquellos deportistas del clavado al caer sobre la playa en una perfecta posición y salir a flote luego de unos pocos segundos. Apenas una pequeña cría se quedó en la orilla, seguramente era tan reciente que no pudo aprender a nadar. Nos acercamos lo prudente sin intentar molestar u ofuscar al enorme macho que unos metros adelante, vigilaba todos nuestros movimientos. El pequeño recorría la orilla intentando huir del animal más peligroso del mundo, el ser humano.

A medida que nuestra molesta presencia iba aumentando, los lobos, incluyendo otro enorme macho, se acercaban poco a poco a la orilla intentando echarnos de sus dominios. La decisión fue unánime: hay que irnos! dijimos al unísono y empezamos el ascenso por las cuerdas que habíamos fijado durante toda la mañana.

La roca que compone el lugar es bastante deleznable, pero es posible encontrar roca firme por donde se puede escalar sin problemas, además teníamos los seguros desde arriba. El inconveniente resultó el inmenso calor y la falta de agua, sin contar que casi nos quedamos a pocos metros de la salida en una extra plomo (pared de más de 100° de inclinación) que salvamos finalmente en equipo para salir como perdidos en el desierto luego de una dura lucha contra nosotros mismos.

El lugar no tiene nombre conocido, precisamente porque no lo es, así que simplemente le llamamos las “loberías de Huarmey”, un lugar de nuestro extenso litoral escondido y alejado de todo tipo de agresión, esperemos que se mantenga así y que seamos quienes nos apasionamos por la naturaleza y quienes comparten estas ideas, guardianes de este maravilloso entorno y lo mantengamos como tal. La naturaleza ha sabido sobrevivir por siglos y aquí ha sido siempre igual. Quienes osamos perturbar la tranquilidad de estos lugares, debemos llevarnos solamente el recuero de los momentos allí vividos y dejar imperceptibles nuestras pisadas que el tiempo y el viento borraran hasta nuestro retorno.

Sergio Ramírez Carrascal
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